En noviembre de 2023, tomamos un vuelo hacia la India, un viaje que habíamos estado planeando desde principios de año. Llegó tras circunstancias personales que nos impulsaron a explorar esta región del mundo. Al principio, no teníamos un itinerario claro, pero sí un propósito: documentar y contar historias.

En aquel entonces, estábamos en pleno desarrollo de Background, un proyecto que, aunque aún no tenía nombre, ya contaba con un propósito claro y definido. No se trataba tanto del “dónde”, sino del “por qué”: descubrir narrativas, capturar momentos y conectar con el mundo que nos rodea.

Sin embargo, hay lugares que resuenan de una manera que trasciende las historias que buscamos. India, con su caleidoscopio de contrastes, no fue solo el escenario de nuestro viaje; se convirtió en una maestra. Mientras buscábamos narrativas para contar, nos encontramos inmersos en la energía de un país que desafía todas las expectativas, ofreciéndonos no solo momentos de impacto visual, sino también lecciones profundas sobre cómo percibir y vivir la vida de otra manera.

India es una tierra de contrastes. Es un lugar donde el caos y la serenidad coexisten en un equilibrio delicado y fascinante. Las calles vibran con una energía imparable: colores vivos, el cacofónico sonido de los rickshaws tocando el claxon y el aroma de especias que flota en el aire. Sin embargo, en medio del bullicio, hay una calma profunda en sus rincones espirituales, una apertura que invita a la conexión.

Por un lado, hay una generosidad que parece infinita. Un ejemplo de esto fue nuestra participación en una ceremonia liderada por un gurú local. Llegamos de casualidad, sin conocer a nadie, pero eso no importó. Nos recibieron con los brazos abiertos, invitándonos a sentarnos, a compartir un plato de comida y a ser parte de un momento profundamente espiritual. Fue un gesto simple que nos recordó que la conexión humana no necesita grandes justificaciones, solo disposición para compartir. Incluso ahora, puedo recordar el aroma que llenaba esa pequeña casa y el sabor inolvidable de la comida que nos ofrecieron.

Pero esta misma generosidad convive con realidades que golpean. Las calles están abarrotadas de basura, y en medio de este entorno crecen y juegan miles de niños. Entre ellos conocimos a Sunny, un joven que vive solo en un templo tras haber perdido a toda su familia. Su historia es un recordatorio doloroso de las desigualdades que marcan a India. A pesar de la adversidad, Sunny nos ofreció algo invaluable: su tiempo, su curiosidad y una mirada que hablaba de resistencia. Estas experiencias te enfrentan a lo que a menudo pasamos por alto: ¿cuántas personas como él olvidamos cada día?

El contraste entre lo bello y lo duro está en todas partes. El río Ganges, venerado como sagrado, también es uno de los más contaminados del mundo. Al amanecer, sus aguas brillan con tonos dorados, reflejando la primera luz del sol y la devoción de quienes se congregan en sus ghats.

Las castas sociales todavía definen el destino de millones de personas, y las mujeres enfrentan límites arraigados en tradiciones que pocas veces se cuestionan. Esta rígida jerarquía, basada en tradiciones centenarias, sigue marcando el acceso a la educación, las oportunidades laborales e incluso las perspectivas matrimoniales. Para muchos, el lugar donde nacen determina el rumbo de su futuro, creando un límite invisible pero implacable entre lo que es posible y lo que está prohibido.

Estas desigualdades sistémicas están profundamente entrelazadas con los problemas ambientales, ya que las comunidades marginadas suelen ser las más afectadas por los daños ecológicos. El lugar de nacimiento no solo define el acceso a oportunidades, sino también a entornos seguros, un recordatorio contundente de que la justicia ambiental es inseparable de la justicia social.

Organizaciones basadas en conocimientos indígenas y tradiciones locales están combinando la ciencia ecológica con prácticas culturales para restaurar ríos y paisajes. Estos esfuerzos van más allá de las preocupaciones ambientales, buscando empoderar a comunidades marginadas que históricamente han sido excluidas de estas conversaciones. Los desafíos ambientales y sociales entrelazados de la India se potencian mutuamente, pero también ofrecen un inmenso potencial de cambio, demostrando que la justicia para la tierra es inseparable de la justicia para su gente.
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India nos mostró que, incluso en un entorno desafiante, siempre hay espacio para ofrecer algo: una sonrisa, un saludo, un momento de conexión. Viajar por India no es solo descubrir un lugar distinto; es cuestionar nuestras certezas. Nos enseñó que la vida puede ser menos complicada y, aun así, significativa; que dar no depende de cuánto tienes, sino de lo que estás dispuesto a compartir. Y que, a veces, las lecciones más profundas llegan en los momentos más simples.